UNA GIRA INOLVIDABLE.
Ciertamente la llegada, estadía, y recorrido por Tierra Santa, región convulsionada, histórica, de un mundo caliente, es una gira para no olvidar. Una gira que el Vaticano y especialmente el Papa Francisco planificaron con detalles, dejando margen para las improvisaciones.
El Papa hace hincapié en la espiritualidad, en la oración, en mirar hacia adelante. ¡Claro! Los ojos están al frente de la cara, no en la parte posterior de la cabeza, la nuca, de lo contrario muy poco hubiera avanzado aquél hábil hombre que descendió del árbol y comenzó su largo peregrinar, de evolución, de desarrollo, y llegar con su sabiduría, muchas veces puesta en duda hasta nuestros días.
¿Acaso es sabio matar al hermano? Recordemos la cita bíblica cuando Caín mata a su hermano Abel. Hoy seguimos matando al hermano de diferentes formas, indiferentes, sutiles, piadosas, precisas, quirúrgicas, egoístas, pero siempre criminales. Por eso no todos están contentos con esta gira, y las invitaciones a orar por la Paz.
Quiero rescatar el encuentro, inolvidable, histórico, entre el Papa Francisco y del Patriarca ecuménico Bartolomé I.
En su declaración conjunta firmada el 25 de mayo de 2014, recuerdan la reunión celebrada también allí en Jerusalén de sus predecesores Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras, que marcó el reencuentro luego del cisma que produjo la separación de ambas iglesias, contribuyendo a “remover de la memoria y de la mente de las Iglesias las sentencias de mutua excomunión de 1054” (punto 2 de la declaración).
Ambas Iglesias fundadas por los apóstoles, Pablo y Andrés, reconocen características diferentes. De manera igual como entre los evangelios, dicen los entendidos en el tema, porque al fin y al cabo por algo tenemos cuatro cronistas –Marcos, Mateo, Lucas, y Juan-, que transmiten los sucesos con sus interpretaciones personales.
Sin entrar en debate teológicos, el punto dos de la declaración conjunta hace referencia a la comunión dentro de la legítima diversidad.
Pero volvamos sobre este histórico encuentro entre el Papa Francisco y del Patriarca ecuménico Bartolomé I, que sirve “para reflexionar sobre la profundidad y la autenticidad de nuestros vínculos” (punto 1 de la declaración).
Personalmente me pareció un gesto significativo que luego de leer el mensaje el Patriarca ecuménico Bartolomé I, y de regreso a la silla donde minutos antes estaba, recibiera el beso en la mano por parte del Papa Francisco. ¿Por qué? Me atrevo afirmar que el gesto debo interpretarlo como muestra de cariño, y reconocimiento hacia la profundidad conceptual expresada en su alocución por el Patriarca Bartolomé I.
Una señal de los tiempos actuales que confirma la dirección en el compromiso de avanzar juntos hacia la unidad, como se expresa hacia el final del punto 2 de la declaración.
Comunión dentro de la diversidad, es el paragua que cubre los progresos de los encuentros teológicos entre ambas Iglesias, donde el esfuerzo, la dedicación, y la buena voluntad, se manifiesta por los logros alcanzados hasta la fecha, así como por el conocimiento cada vez más profundo de las tradiciones del otro para llegar a comprenderlas y aprender de ellas (punto 4 de la declaración).
De manera implícita estuvo la referencia al medio ambiente, por eso tanto el Papa Francisco como el Patriarca Bartolomé I están profundamente convencidos de que el futuro de la familia humana depende también de cómo salvaguardemos el don de la creación.
Convencidos de la responsabilidad histórica, asumen el compromiso para crear una mayor conciencia del cuidado de la creación y a buscar formas de vida con menos derroche y más austeras, que no sean tanto expresión de codicia cuanto de generosidad para la protección del mundo creado por Dios y el bien de su pueblo (punto 9 de la declaración).
Previendo que el siglo 21, nos trae profundas complicaciones, donde el hambre, la pobreza, el analfabetismo, la injusta distribución de los recursos, se tiñen por la violencia, la indiferencia, y el egoísmo, parece atinada la referencia del punto 9 de la declaración conjunta, donde ambos líderes religiosos se ofrecen para ayudar a redescubrir el camino que lleva a la verdad, a la justicia y a la paz.
Finalmente y a modo de súplica ambos líderes, consideran un deber intentar construir juntos una sociedad justa y humana en la que nadie se sienta excluido o marginado, pidiendo que todos los cristianos, junto con los creyentes de cualquier tradición religiosa y todos los hombres de buena voluntad reconozcan la urgencia del momento, que nos obliga a buscar la reconciliación y la unidad de la familia humana, respetando absolutamente las legítimas diferencias, por el bien de toda la humanidad y de las futuras generaciones. Juan José Dimas. 27 de mayo de 2014. Buenos Aires. Argentina.